Listen

Description

Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca, y nuestros mismos enemigos lo atestiguan.
—Deuteronomio 32:31, La Biblia Textual

Somos conscientes de nuestra fragilidad humana en los momentos que enfrentamos crisis. La
angustia que resulta de tales pruebas puede agotarnos. Es entonces, cuando más necesitamos el
apoyo de alguien confiable. Tal persona es una fortaleza e inspiración que nos permite seguir
adelante. Sin embargo, aun nuestros seres más queridos pueden fallarnos y dejarnos heridos.
Especialmente, si ellos no resultaron lo confiables que esperábamos que fueran. ¿Hay alguien que
sea plenamente confiable, y que no nos falle en el peor de los momentos? ¡Sí!. Es Cristo.

Los paganos del tiempo de Moisés se apoyaban en sus dioses tradicionales. Tales dioses falsos no
resultaban confiables. Por eso se los imaginaban corruptos y débiles, esclavos de pasiones
semejantes a las humanas. El concepto más extendido era el de pensar que esos ídolos pactaban
con los seres humanos mediante ritos que implicaban cohecho. Pero, aun cuando el soborno era
entregado, no cumplían con lo pactado y sus devotos quedaban burlados y frustrados. No eran
rocas firmes y confiables. ¡Cuán diferente es el Dios de Israel! Jehová es totalmente confiable e
inmutable (Deuteronomio 10:16; Malaquías 3:6). Ningún ser humano es digno de tal confianza.
Tampoco los ídolos, pues nada son.

De Jehová podemos estar seguros de que nada injusto hará: Él es santo. No hace la vista gorda
para pasar por alto el pecado. Ha preferido cargar Él mismo el castigo que merecemos y padecer,
en la cruz, toda la ira divina en lugar nuestro a fin de salvarnos. El Señor es fiel. Jesucristo es
Jehová, Dios hecho carne. Él es la segunda persona de Jehová, el Dios triuno. Como tal, Él es
inmutable: «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos». (Hebreos 13:8). Dios es correcto y
podemos estar seguros que no cambia y que cumplirá sus promesas tan cierto como si ya hubieran
sucedido. (Números 23:19; Isaías 46:9,10; Hebreos 1:11,12). Además, al asumir naturaleza
humana, Jesucristo conoce de primera mano y por experiencia propia nuestras luchas, debilidades
y sufrimientos, pues fue como nosotros en todo, excepto en el pecado (Hebreos 2:17–18;
4:15–5:8) En gratitud vamos a querer temer, amar y confiar en Él, sobre todas las cosas.

Oración:

Roca de la eternidad, fuiste abierta para mí; sé mi escondedero fiel; Sólo encuentro paz en Ti,
eres puro manantial en el cual lavado fui. Aunque yo aparezca fiel, y aunque llore sin cesar, del
pecado no podré justificación lograr. Sólo en Ti, teniendo fe, puedo mi perdón hallar. Mientras
deba aquí vivir, mi postrer suspiro al dar, cuando vaya a responder a tu augusto tribunal: Sé mi
escondedero fiel, Roca de la eternidad. Amén. (CC#219)