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14 de marzo

Tu Salvador (extra)ordinario

Pastor Mike Novotny

 

¿Sabías que uno de los nombres más comunes para los niños judíos en la época de Jesús era Jesús? No me lo estoy inventando. Mira este pasaje: «Pilato le preguntó a la gente que estaba allí: "¿A quién quieren ustedes que ponga en libertad: a Jesús Barrabás, o a Jesús, a quien llaman el Mesías?"»(Mateo 27:17 TLA). O esta otra: «También los saluda Jesús, llamado el Justo»(Colosenses 4:11). Con razón llamaban a nuestro Salvador-Jesús de Nazaret. ¡Había muchos Jesús por ahí!

Pero aquel hombre de nombre corriente haría cosas extraordinarias. Jesús de Nazaret vivió por nosotros, murió por nosotros, sangró por nosotros y se sustituyó a sí mismo por nosotros para que cualquiera que creyera en él, cualquier pecador corriente, pudiera tener vida eterna: un lugar en la presencia de Dios, una vida en la que la felicidad espiritual no se viera interrumpida por tragedias o pérdidas. Por la fe, pasamos cada momento de nuestra vida con el Dios de toda la creación a nuestro lado. Extraordinario, ¿verdad?

Somos gente relativamente corriente. Tenemos nombres que comparten docenas de personas de nuestras ciudades. Hacemos un trabajo que podrían hacer millones de personas. Vivimos en casas en las que, tal vez, otros vivieron antes y en las que otros vivirán cuando nosotros ya no estemos. Sin embargo, hay algo extraordinario en nosotros. Tenemos a Dios. Dios con nosotros, para nosotros y a través de nosotros.

Todo porque aquel tipo de nombre corriente nos ofreció una gracia extraordinaria.

 

Oración:

 

Eterno Unigénito de Dios, dejaste tu majestuosa gloria para ser un humilde ser humano común y corriente con el propósito de redimirnos con tu sangre. Sin las ventajas de la existencia opulenta te hiciste pobre para que tengamos acceso a la riqueza eterna. Sin pompa ni grandiosidad viniste a la tierra como el cordero que quita el pecado del mundo. Con tu sangre derramada por nuestros pecados nos compraste para Dios y así nos perdonaste, limpiaste y nos hiciste parte de tu pueblo elegido. Te bendigo y agradezco por eso. Concédeme ser siervo fiel y prudente que solo confía en tus méritos para alcanzar la vida eterna. Amén.