6 de Febrero
Tu versión de Dios
Pastor Daron Lindemann
Creamos nuestras propias versiones de Dios y luego señalamos a esas versiones de Dios con el dedo acusador.
“Dios dejó morir a mi hermana. No le importó”.
“Dios permitió una pandemia. Es cruel”.
“¿Dios necesita ser el número uno todo el tiempo? ¡Él es un narcisista!.
Sin embargo, estas versiones equivocadas de Dios no son reales. Dios no está ocupado o senil o narcisista. Dios es perfecto. Nosotros somos imperfectos. Nuestras versiones de Dios son el problema.
Entonces ¿ahora qué?
La gracia. Esta es la principal característica de Dios. La gran promesa. La verdad número uno que Él revela sobre su voluntad, sus planes, su deseo de conectar.
Claro, nosotros somos imperfectos y Él no. Mientras reconozcamos eso, no nos señala con un dedo de acusación, sino que nos abre una mano de invitación.
“Vengan a mí” (Mateo 11:28). Al igual Jesús invitó a las personas. Pecadores. Prostitutas. Criminales. Recaudadores de impuestos. Mendigos. Leprosos ceremonialmente impuros.
Así como eres tú. No tienes que limpiar primero. No tienes que escuchar primero la radio cristiana o enviar a tus hijos a una escuela cristiana o contratar a un plomero cristiano.
Ven tal como estás. La gracia puede con todo. La gracia que está más allá de tu comprensión—existe en el corazón de Dios mientras que los virus, las tormentas y la violencia existen en este mundo. Entenderás por qué estos suceden cuando dejes primero de crear tu propia versión de Dios.
Y le permitas a Él, ser Él mismo contigo.
Oración:
Misericordioso Dios, tal como soy de pecador, sin otra garantía que tu amor, a tu llamado vengo a Ti; tal como soy me acogerás; perdón y alivio me darás; pues tu promesa ya creí: Cordero de Dios, aquí estoy y digo: ninguna obra buena que hice es aceptable delante Ti para ganarme el perdón. Solo los méritos de la obediencia perfecta de Cristo a tu voluntad y de su sacrificio redentor en la cruz me hacen digno del perdón divino. Confieso que por mis obras soy merecedor de la condenación eterna, pero por la obra de Cristo me aceptas y por sus méritos tengo derecho al gozo eterno. Gracias Señor por tu inefable amor, por Jesucristo tu Hijo. Amén.