Día de la Independencia
4 de julio
Un país mejor
Sarah Habben
Hasta 400.000 migrantes centroamericanos intentan entrar en Estados Unidos
cada año. Cuando llegan a la frontera entre México y Estados Unidos, han realizado un
viaje peligroso, soportando una amenaza constante de asalto, violación, robo o
secuestro por parte de bandas criminales y policías corruptos.
¿Por qué arriesgar ese viaje? Huyen de la desesperanza, de la violencia.
Anhelan una vida mejor. Un futuro. Un hogar.
Los que no tenemos motivos para huir a veces olvidamos que también somos
nómadas. La Biblia describe a los creyentes como «extranjeros y peregrinos en esta
tierra […] que anhelaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso Dios
no se avergüenza de llamarse su Dios; al contrario, les ha preparado una ciudad»
(Hebreos 11:13,16).
Quizá estemos demasiado cómodos. Cada mañana deberíamos anhelar el cielo,
no sólo nuestra primera taza de café. Deberíamos soportar de buen grado nuestras
penurias; al fin y al cabo, sabemos que un día nuestro sufrimiento será devorado por la
alegría. Deberíamos ayudar a nuestros compañeros de viaje; en lugar de eso,
comprobamos nuestros relojes y carteras y decidimos que no nos sobra ayuda. No
deberíamos temer cruzar la frontera de la muerte... pero nuestros corazones siguen
aferrados a los breves placeres de la tierra.
Dios se avergüenza de nosotros. Y, sin embargo, nos amó enviando a su Hijo.
Jesús dejó su trono para unirse a nuestra peregrinación. Ajeno al pecado, cargó con el
nuestro. Envuelto en la vergüenza y el dolor, cruzó la frontera de la muerte. Ganó para
nosotros una patria celestial. Nos enseña a servir a nuestros compañeros de viaje. Nos
equipa para que un día nos despidamos alegremente de este mundo porque nos
espera un hogar mejor.
Oración:
Padre celestial. Te bendigo y agradezco por salvarnos de la condenación eterna
y brindarnos la fe y la vida eterna. Confieso que he pecado al permitir que este mundo
caído sea mi prioridad. Nos llamaste a ser ciudadanos del cielo pero fallamos al querer
poner nuestras expectativas en los bienes terrenales. Concédeme un corazón
arrepentido, centrado en Cristo, y en lo que él hizo para salvarnos, para que sea buen
administrador de los dones que me diste y un eficiente instrumento de tu paz, por
Jesucristo tu Hijo. Amén.