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El brutal asesinato de Guillermina Rodríguez Morales sacudió los cimientos de la sociedad puertorriqueña en 1924 y desencadenó una serie de acontecimientos que transformarían para siempre el sistema judicial de la isla. Esta niña de apenas 13 años, estudiante de quinto grado y descrita como educada y respetuosa, desapareció una tarde de febrero mientras se dirigía a la escuela después del almuerzo. El descubrimiento de su cuerpo en un cañaveral, víctima de violencia sexual y estrangulada con su propio cinturón, desató una ola de indignación colectiva que clamaba justicia inmediata.

La investigación condujo rápidamente a dos sospechosos: Jacinto Clemente Echevarría, un jornalero con antecedentes criminales, y Carlos Arocho Guzmán, otro trabajador agrícola de 20 años. El juicio captó la atención mediática y popular, culminando con una sentencia unánime: pena de muerte por horca para ambos. Su ejecución el 20 de julio de 1927 en el Presidio de la Princesa de San Juan representó un momento crucial en la historia penal puertorriqueña, siendo una de las últimas aplicaciones de la pena capital antes de su abolición en 1929. Este caso, junto con la posterior ejecución de Pascual Ramos, marcó el fin de una era donde la justicia se ejercía a través del castigo extremo, primero con el garrote vil español y posteriormente con la horca bajo administración estadounidense.

La historia de Guillermina trasciende el simple recuento criminal para convertirse en una reflexión profunda sobre memoria, justicia y dignidad humana. Paradójicamente, mientras los nombres de Arocho y Clemente han perdurado como los últimos ejecutados de Puerto Rico, la identidad de Guillermina frecuentemente queda relegada a segundo plano. Este podcast recupera su memoria y cuestiona por qué las sociedades tienden a recordar más a quienes perpetran la violencia que a sus víctimas. Te invitamos a reflexionar sobre estas cuestiones morales y a compartir tus propias perspectivas sobre la justicia y la memoria colectiva. ¿Puede la ejecución de un criminal reparar verdaderamente el daño causado? ¿Debería existir la pena de muerte para crímenes atroces? Tu opinión es importante para mantener vivo este debate histórico y ético.

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