El dolor aún persiste en Puerto Rico cuando se recuerda aquel fatídico 25 de julio de 1978. Bajo la neblina del Cerro Maravilla, entre los municipios de Villalba y Jayuya, dos jóvenes idealistas enfrentaron no solo sus miedos sino también una traición que les costaría la vida.
Carlos Enrique Soto Arribí, de apenas 18 años, y Arnaldo Darío Rosado Torres, de 24, nunca fueron los terroristas que la versión oficial describió. Eran muchachos con sueños, con esperanzas de un Puerto Rico diferente, y con la valentía o ingenuidad de creer que podían cambiar el mundo sin saber que serían víctimas de una emboscada mortal preparada por el mismo sistema que juraba protegerlos.
Lo que ocurrió aquella tarde sacudió los cimientos de la sociedad puertorriqueña: una ejecución extrajudicial ordenada desde arriba, un encubrimiento sistemático y años de mentiras repetidas desde posiciones de poder. El caso del Cerro Maravilla no solo expuso la brutalidad policial y la corrupción gubernamental, sino también la resistencia de un pueblo que no dejó morir la verdad.
Descubre cómo un taxista inocente convertido en testigo involuntario, periodistas valientes como Luis Francisco Ojeda y Carmen Jovet, y la persistencia de familiares y activistas lograron desenmascarar lo que realmente ocurrió: los jóvenes nunca dispararon, se rindieron con las manos en alto y fueron ejecutados mientras estaban de rodillas, algunos incluso esposados. Una verdad que el gobierno de Carlos Romero Barceló intentó sepultar bajo condecoraciones y discursos patrióticos.
El legado del Cerro Maravilla transformó para siempre la conciencia política de Puerto Rico, demostrando que sin prensa libre no hay justicia y que la memoria colectiva es la mayor defensa contra la impunidad. Comparte esta historia para que nuevas generaciones entiendan por qué cada 25 de julio, mientras suben flores y banderas hasta aquella cima, resuena un grito silencioso pero poderoso: "Prohibido olvidar".
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