Más que invitar a nuestros familiares a la iglesia, llevemos la iglesia hasta ellos a través de una célula de oración, un altar familiar o un tiempo de adoración y estudio bíblico en la intimidad de nuestra casa. Esta simple iniciativa puede marcar la diferencia entre una casa que es arrastrada por la corriente de este mundo y una familia fuerte, que permanece cimentada en la roca inconmovible que es Cristo Jesús. Marcos 1:29-31.
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