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“Oh fuego del espíritu reconfortante”, que
dice:
Oh Fuego del Espíritu consolador, vida de toda vida creada.
Santo eres, dando vida a toda forma.
Santo eres,
ungiendo a los quebrantados de gravedad.
Santo eres,
limpiando las heridas purulentas.
Oh aliento de
santidad, oh fuego de amor,
oh sabor tan
dulce dentro del pecho
que inunda el
corazón con el bien fragante de las virtudes.
Oh fuente más
clara, en la que se ve reflejada la obra de Dios:
reunir a los
alejados y buscar de nuevo a los perdidos.
Oh armadura
viviente, esperanza que atas cada miembro,
oh cinturón
de honor, salva a los bienaventurados.
Guarda a los
encadenados en la prisión del mal
y suelta las
ataduras de aquellos
cuya libertad
salvadora es la voluntad poderosa de Dios.
Oh
poderoso río que corres dentro de todo y a través de todo,
en las
alturas, sobre la tierra y en cada profundidad,
unes y reúnes
todo.
De ti fluyen
las nubes, el viento emprende el vuelo,
las piedras
retienen su humedad, las aguas brotan de los ríos
y la tierra
rezuma verdor.
