Prohibir cosas, sobre todo prohibírselas a los demás, es consustancial al ser humano. Y los libros, esos pesos muertos que duermen en nuestras estanterías y que en el siglo XXI nos dan tanta perecita, durante mucho tiempo fueron considerados influyentes. Incluso peligrosos. Y hubo que reprimirlos, claro. Hubo que contenerlos, refrenarlos, templarlos y moderarlos. A esta labor se dedicó muy primorosamente la Inquisición, que estuvo elaborando, desde 1550 hasta antes de ayer, un Índice de libros prohibidos. Pero no debemos culpar de estos vicios a un único grupo cultural: la pasión con que la humanidad se ha dedicado a dejar testimonio escrito es solo comparable a la fruición que ha empleado en destruirlo. Las fuerzas creadoras y destructoras son parte de todas las mitologías, y muchos son los que se han erigido en censores, alarmados por el devenir de la sociedad. Hoy nos parecen monstruos, pero siguen habitando entre nosotros.
Ya sabes lo que se dice «allí donde queman libros, acaban quemando hombres».
Dirige y presenta: Paco Moreno
Habitantes del Acantilado:
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- Javier Peregrina en El Sótano
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