Probablemente (y sin pestañear te lo digo), Canino (Yorgos Lanthimos, 2009) sea una de las películas más perturbadoras de las últimas décadas. Una familia encerrada en su propia casa, aislada del mundo exterior, donde el lenguaje, las normas y la realidad han sido manipuladas hasta el extremo. Una historia de control, sumisión y violencia disfrazada de amor que muestra, con una crudeza bastante incómoda, cómo el poder puede deformar los vínculos más íntimos.
Como en todas las ocasiones que hablo de cosas turbias, en este episodio también me acompaña Juanlu Uno de Estación Caladan. Juntos diseccionamos esta obra y hablamos de todo lo que se esconde detrás: el aislamiento como forma de control, la obediencia como arma de dominación, la manipulación del lenguaje, los límites difusos entre amor y violencia dentro de la familia y lo que todo esto dice de nosotros como sociedad. Porque lo que vemos en Canino (Κυνόδοντας o Kynódontas) no es solo ficción, chati. Es un espejo de dinámicas reales que preferimos no confrontar.
Dale al play y adéntrate en esta loquísima historia donde las flores son zombis, los c*ños son lámparas y los pilares fundamentales que sostienen a esta particular familia son las mentiras y los ladridos.