En nuestro centésimo programa, vamos a comentar la película Love & Mercy para homenajear al gran Brian Wilson.
Hubo un tiempo en que la música popular se tocaba con trajes, se bailaba con pasos marcados y se escuchaba en salones discretos. Pero algo empezó a cambiar con la llegada de los años sesenta. En medio de guitarras eléctricas, armonías vocales y una juventud con ganas de hacerse oír, emergió una revolución musical del rock que sacudió no solo la industria, sino también la conciencia colectiva.
No se trató únicamente de sonidos más potentes o de letras más atrevidas. Lo que definió este cambio fue la apertura a la experimentación. En Estados Unidos y Reino Unido, decenas de jóvenes sin formación académica en música —pero con un oído atento y una creatividad salvaje— comenzaron a componer, grabar y producir temas que rompían moldes. ¿Quién necesitaba saber leer partituras cuando se podía escribir un riff que el mundo entero corearía?
En esta época, el rock dejó de ser solo música y se convirtió en discurso generacional. Se hablaron de guerras, de drogas, de paz, de derechos civiles, de libertad sexual y de amor libre. Se amplió el vocabulario sonoro con reverberaciones, ecos, sintetizadores primitivos y técnicas de estudio que desafiaban lo convencional. Canciones que antes duraban dos minutos y medio ahora se extendían, se descomponían, se convertían en viajes sensoriales.
No solo cambió la música: cambió la forma de mirar al músico. Gente corriente —hijos de obreros, estudiantes fracasados, surfistas adolescentes o desertores del sistema— pasaron a ser iconos de una nueva era. Sin conservatorios ni títulos, los Beatles, los Rolling Stones, los Kinks, The Byrds... o los Beach Boys (que sobre ellos también hablamos en el programa, inevitablemente) transformaron para siempre el panorama cultural.
Esa efervescencia dejó también huella en el cine. La historia de estos artistas, y en especial sus luchas internas, contradicciones y genialidades, han sido llevadas a la gran pantalla en forma de biopics musicales, que nos permiten asomarnos al proceso creativo, al desgaste emocional, y a las luces y sombras de un movimiento que jamás ha sido solo entretenimiento. Love & Mercy es un buen ejemplo de ello.