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Escuchamos en los últimos días como los pactos PP-Vox vuelven a estar en boca de los no afines a estos partidos. Como siempre, aluden a la falta de valores democráticos o, que estos pactos se sustentan sobre políticas negacionistas. Durante años la izquierda más radical ha querido vender al partido Vox como la imagen de la ultraderecha. Y por el otro lado, sus aduladores siguen convencidos que Vox es el partido que venía a acabar con la tibieza del PP, con la sumisión del “centro-derecha”, y a plantar cara a la maquinaria ideológica de la izquierda. Una especie de cruzada posmoderna que no temía a los medios, a lo políticamente correcto, ni a los complejos del pasado.
Pero el tiempo, como siempre, pone cada cosa en su lugar. Y VOX, lejos de ser una alternativa, ha demostrado ser una versión sacristana del estatismo de siempre. Usando un relato heroico tradicional, pero vacío de sustancia y lleno de marketing. No construyen nada real ni estructural. No desmontan el Estado, ni recuperan apenas libertades, las justas para conseguir votos de algún conservador trasnochado hacia el centro, y solo ocupan el espacio con estética de resistencia… pero sin renunciar a subvenciones, sindicatos o estructuras estatales.
Pero claro, si hay Estados de por medio, podemos esperar lo peor.

La libertad es el faro 🌗