NOS QUIEREN EN LOS DESIERTOS.
He de abrirme y desatarme para darme en rebeldía,
orquestarme los pedazos de magia que nunca acabe,
golpear con las aldabas hasta vencerte la entrada
que da paso a la grandeza adherida a nuestra piel
abandonada por siempre entre temores sin tregua.
He de cerrarme a los odios que muerden por todas partes,
que se amamantan de espinas, se agigantan del dolor
que da paso al crucigrama que no sabe de nacencias,
que se bate en huracanes repletos de incongruencias.
Es la herencia de una tregua inhumana y azarosa
entre lluvias y entre atajos que rompen por todas partes,
son los molinos de viento, los monstruos de la llanura
con las astas que amenazan cobrarse todas las deudas.
Deudas que no son de nadie, que ya no hay nadie que pague
los platos rotos de antaño, los que pudieron cobrarse,
se cobraron ya por todo con el dolor, la nacencia,
la podredumbre y el hambre.
¿Por quién doblan las campanas? ¿Por los tuyos, por los míos?,
¿los que murieron de noche o murieron a la tarde,
los que mataron por orden o por orden los murieron?
Nos quieren en los desiertos lejos de la libertad,
sin amuletos, ni arena, con el rostro en la tristeza,
ser ellos los que resuelvan sobre el horror de los otros,
como siempre se ha cantado, como siempre lo han escrito
las reglas para el humilde, el regocijo a sus hijos
¡el pan duro a los de abajo y para ellos la ley!
Chema Muñoz©
