Hoy vengo dispuesto a multiplicarme porque vamos a hablar de una técnica narrativa que se basa en la utilización del narrador múltiple. Una técnica que proviene de la literatura, de ahí pasó al cine, donde recibió su nombre, y también se ha trasladado a la televisión. Incluso ha dado su nombre a un término de psicología. Me refiero al efecto Rashomon. Hoy veremos qué es y aprenderemos a utilizarlo en la creación de nuestras historias.
¿Qué es el efecto Rashomon?
El efecto Rashomon es una técnica narrativa que muestra diversos puntos de vista de la misma historia. Normalmente las ficciones llegan a los espectadores, o a los lectores, desde un único punto de vista, el que el creador quiere darle a su historia. Él es quien controla la información que ofrece el relato, de qué forma la hace pública al espectador, cuándo y a través de qué personaje. El efecto Rashomon propone el reto de contar una única historia desde diversos puntos de vista, centrándose en las diferentes percepciones que los protagonistas tienen de un hecho. Es una forma de reflexionar sobre la subjetividad del narrador y cómo la percepción de los personajes se ve afectada por diversas circunstancias: por las limitaciones de información, por la edad, por el género, por la memoria, por sus creencias, por la influencia de otros o incluso por lo que quieren ver o creer. El efecto Rashomon postula que la verdad es subjetiva y las versiones de un mismo hecho contadas a través de varios personajes pueden ser ciertas y a la vez aparentemente incompatibles… o puede que alguno de los personajes mienta.
Y como otras técnicas narrativas, el efecto Rashomon ha derivado en un término psicológico. Según la Wikipedia, este efecto se produce “por la subjetividad y la percepción personal a la hora de contar la misma historia o situación, por el que los individuos que cuentan éstas lo hacen de forma diferente, pero de manera que cualquiera de las versiones es razonablemente posible, sin tener que ser por ello ninguna de estas versiones falsa; simplemente están influidas por la propia variabilidad y percepción individual”. Es un canto a la subjetividad que podríamos definir con la clásica cuarteta del escritor español Ramón de Campoamor: “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.