Hoy, en Frikilosofía, rendimos un cariñoso y merecido homenaje a nuestros abuelos.
-¿Cómo eran?
-¿Qué nos aportaron?
-¿Cómo sentisteis su pérdida?
Y debatiremos sobre:
-Si los abuelos de antes eran mejor que los de ahora.
-Si actualmente se valora su figura.
Nuestros ilustrados frikilósofos vienen cargados de recuerdos: Elena Rubio, Juan Carlos González, Paco Alberola, Miguel Ángel Sánchez Migallón, Diego Cardenal, Macarena Torres y Adrián y Héctor.
INTRO
Todavía lo recuerdo como si fuera ayer. Era de madrugada cuando me desperté sobresaltado por una terrible pesadilla. Ella caía por un oscuro abismo sin fin y moría.
No sé si había escuchado mis lamentos o fue ese sexto sentido que dicen que tienen, pero el caso es que estaba allí, a mi lado, al pie de mi cama, tranquilizándome.
“No tengas miedo, Tomasín, estoy aquí contigo. Sólo ha sido una pesadilla. ¿Ves como no puedes ver esas películas de miedo?”, dijo mientras secaba con una caricia el sudor de mi frente.
“Abuela, ¿te vas a morir?”, le pregunté entre sollozos.
“¿Morir yo? No hijo mío, los abuelos nunca mueren, nos volvemos invisibles”, me dijo con una sonrisa.
“¿En serio? ¿Me lo prometes, abuela?”
“Te lo prometo, claro que sí”, concluyó ella.
“Y si te haces invisible, ¿cómo sabré dónde estás?”, pregunté inocentemente.
“¡Muy sencillo! Con sólo cerrar los ojos y pensar en mí, me verás. Venga, ahora déjate de cháchara y a dormir, que el abuelo Tomás se va a enfadar. Si te duermes ahora, mañana te preparo unas tortitas para desayunar, ¿quieres?”
Asentí con la cabeza, repetidas veces.
Me besó en la frente y dejó la puerta entreabierta para que entrara un poco de luz.
“Buenas noches, mi amor”.
“Buenas noches, abuela”.
Y así fue. Años después, la abuela, fiel a su promesa, se hizo invisible y, con ella, el resto de mis abuelos. Todavía hoy no pasa ni un solo día en el que no piense en ella. Son tantos los buenos recuerdos que dejó en mi vida que no necesito poner esa vieja película de super8 que grabó papá celebrando su último cumpleaños para poder verla. Porque ella estaba en lo cierto: para volver a ver a mis abuelos sólo necesito cerrar los ojos y pensar en ellos.
¿Me permites un consejo? Si tus abuelos todavía viven, no esperes a que se hagan invisibles. Llámales y diles lo mucho que les quieres porque tal vez mañana ya sea demasiado tarde y para volver a verlos tengas que hacer como yo, cerrar los ojos.
Abuela… ¿Estás ahí?... ...¡Hola, Tomasín!