Hoy hemos conocido un poco más sobre la figura de nuestro premio nobel, D. Severo Ochoa Albornoz.
Considerado como el bioquímico de bioquímicos y el ideal de lo que un científico debería ser.
Severo Ochoa, sentía verdadera pasión por lo que hacía, entusiasta y enamorado de la ciencia, nuestro premio nobel, consiguió formar parte de la revolución molecular de mediados del siglo XX.
Sus descubrimientos sirvieron para descifrar el código genético y descubrir que este, es universal para todos los seres vivos.
Su vida estuvo como hoy hemos visto, marcada por una profesión y por una devoción, su mujer. Y para cerrar esta sección no se me ocurre mejor forma de hacerlo que con el Epitacio que el propio severo Ochoa dictó para el lugar donde fue enterrado en Luarca y que decía:
“Aquí yacen Carmen y Severo Ochoa, unidos toda una vida por el amor y ahora eternamente vinculados, por la muerte”.