Suele decirse en el argot taurino que el toro, justo antes de darse por vencido, o cuando se procede al descabello, tiene un último impulso peligroso, un calamocheo desesperado que, si uno no está atento, puede suponer acompañar al toro en su final. Ese término suele acuñarse castizamente para prevenir del peligro que supone confiarse cuando tu enemigo, ya vencido, parece desarmado e indefenso, pero guarda un mortal as en la manga.
Si algo se ha demostrado en la historia política de España es que no hay gobierno más peligroso que uno socialista a punto de perder el poder. Si acaso, se le acercaría en peligro un partido socialista a punto de conseguirlo.