El Parlamento, sede de la soberanía nacional, negando la nación, permitiendo que España se constituya, formalmente, en una torre de Babel. Esto no es sino la culminación del deseo último de todo nacionalista antiespañol, la representación teatral de una España en la que todo lo que une a los españoles se silencie, una farsa que persigue convencernos de que, en realidad, España no existe y no es otra cosa que una amalgama de tribus que viven unos a espaldas de los otros. Este viejo proyecto totalitario de los nacionalismos antiespañoles vascos, catalanes y gallegos, lleva fraguándose a fuego lento en todas las comunidades donde los nacionalistas mandan. La cesión de la educación, la inmersión lingüística, la permanente apelación a lo regional como propio y a lo nacional español como impuesto, da sus frutos tras casi cinco décadas de políticas de apaciguamiento con el nacionalismo.
