La vida cansa, sí, ¡y de qué manera! La vida sometida a los vaivenes del día a día. El descontento ante lo sabido, la pesada rutina; o peor aún, el estrés ante lo incontrolable, cuando no sabemos qué pasará. La vida cerrada o la vida abierta, con o sin respuestas. Horizontes acotados o en exceso inalcanzables, sin asomo de sorpresa o con dosis insoportables de novedad.
La vida del empleado que madruga, la del parado que quisiera madrugar. La del pobre que sueña y la del rico hastiado. La de aquel que de mucho esperar desespera, la del que ya no espera porque se cansó de tanto esperar. La vida en fin como vaivén de insatisfacciones, como racimo de renacimientos y de reinvenciones, como camino de altos y bajos que marea nuestros sentidos y que nos obliga una y otra vez a reubicarnos, a detener el paso… y equilibrar.
