Llega un momento de la vida en que, por más que nos esforcemos en solucionar los problemas, ya nada nos une a esa persona con la que hemos compartido un tramo de nuestra vida. Lo mismo ocurre con el itinerario profesional: en ocasiones, el desgaste físico y mental de resistir en un trabajo pide a gritos un cambio radical.
En estos momentos, alguien nos recordará que antes la gente aguantaba mucho más y que era más resistente; y quizá algo de razón pueda tener. Algún experto se atreve a definir nuestra cultura como una «sociedad líquida»: un mundo cambiante y poco sólido donde predomina el individualismo y huimos de los compromisos.
