La sociedad nos vende un modelo de familia perfecta, sin conflictos ni
debilidades, sin embargo, en la Biblia vemos familias reales, con problemas,
heridas y procesos, a las que Dios usa para cumplir sus propósitos. En este contexto, Dios desea que cada familia experimente el poder del Espíritu Santo en su hogar, edificando su vida sobre tres fundamentos: amor, unidad y la Presencia de Dios.
Aunque las familias enfrenten dificultades, como un edificio sobre un terreno
inclinado, si edifican sobre Cristo, pueden ser restauradas y fortalecidas. El amor ágape, la comunicación y el perdón mantienen los vínculos; la unidad nos protege del enemigo; y la Presencia del Espíritu Santo transforma el hogar en un lugar santo, bendecido y consagrado al servicio a Dios, como ocurrió con la casa de Obed-Edom.
La decisión de Josué “Yo y mi casa serviremos al Señor”, resume el llamado:
edificar hogares donde reine la Presencia de Dios y se viva un evangelio de
poder.