Dios nos dio el regalo de la fe para que por medio de ella pudiéramos alcanzar la salvación a través de Jesucristo, como declara el apóstol Pablo en Efesios 2:28.
Además, es el vehículo imprescindible por medio del cual deberemos viajar por las distintas etapas de la vida cristiana, experimentándola en cada una de ellas de una manera progresiva, de tal modo que podamos superarlas, con el objetivo de alcanzar el crecimiento espiritual que Dios espera de nosotros, esto es, reflejar el carácter de Jesús.
Ahora, bien. Esta fe, que es de Dios, no descansa ni depende de nuestras capacidades humanas, ni funciona conforme a nuestros caprichos, como si de un amuleto se tratase, si no que “confía en que Dios cumplirá su palabra conforme a su voluntad”. Esta es la fe correcta, para la cual nada es imposible.
Este pasaje, centrado en el diálogo entre un padre, angustiado por la dolorosa situación de su hijo, y Jesús, nos muestra lo que el Señor puede hacer si tan sólo tenemos un poquito de esta fe.