El libro de Romanos 8 presenta un análisis profundo de la diferencia entre andar conforme a la carne y andar conforme al Espíritu. Se parte de la premisa que la ley y los mandamientos no arreglaron el problema pecaminoso del hombre, cuantas más leyes conocían, más reproducían el pecado y se rebelaban.
El objetivo de Dios era dejar muy claro que la maldad había secuestrado el corazón del hombre y que tanto la Torá como los mandamientos por muy buenos que sean no podían hacer nada al respecto. Es aquí donde Pablo introduce la solución definitiva: Jesucristo y el Espíritu Santo, quienes capacitan a los creyentes para una vida de verdadera libertad y transformación espiritual.
El pasaje contrasta las características de una vida gobernada por la carne y una vida dirigida por el Espíritu. Aquellos que viven conforme a la carne tienen pensamientos y actitudes que reflejan su naturaleza pecaminosa y la consecuencia del pecado es la muerte, tanto espiritual como eterna.
En contraste, los que viven conforme al Espíritu experimentan una transformación genuina. Se les capacita para vivir en libertad espiritual, lejos de toda condenación y como resultado tienen vida y paz.
Así como la mariposa pasa por un proceso de metamorfosis, nosotros como creyentes debemos experimentar esa transformación espiritual en nuestro interior, donde no ocurre por el esfuerzo humano, sino por la obra del Espíritu Santo en cada persona.
Esa metamorfosis espiritual no solo afectará mi propia vida, sino a mi entorno y a la congregación.
