Cuando la gracia de Dios llega a nuestra vida, esta es transformada. Partiendo desde un pasado en desgracia, nos da un presente lleno de propósito y un futuro eterno con Él. A través de Efesios 2, vemos como la gracia de Dios nos rescata de la muerte espiritual, nos llena de misericordia, amor y vida, y nos impulsa a compartir su bondad con los demás. Su gracia no depende de méritos humanos, sino que es un regalo inmerecido que nos llama a vivir en obediencia y servicio. Abracemos su gracia y que esta nos lleve a cumplir el propósito al cual hemos sido llamados.