Los sentidos son esas capacidades en la dimensión natural que nos permiten percibir nuestro entorno en relación con nosotros mismos. Las diferentes sensaciones que transmiten a nuestro cerebro son procesadas e interpretadas por él, quien las transmite al cuerpo para que éste de la respuesta correspondiente.
Pero existe otra dimensión, la espiritual, la cual no se rige por los sentidos naturales, que, si bien son afectados por la misma, se rige por la fe, esto es, el don o capacidad que Dios nos otorga para poder alcanzar y disfrutar la vida eterna y cada una de sus múltiples bendiciones. Un don que nos es imprescindible para superar al peor enemigo que se nos opone en esa dimensión: la incredulidad.
El encuentro de Natanael con Jesús, el cual nos muestra cómo se manifiesta esa incredulidad y la manera en que el Señor la trata en nosotros, nos ayuda a ver la necesidad de experimentar su poder más allá de cualquier sentido humano, con el fin de superarla y alcanzar sus bendiciones.
