El denominador común de los grandes hombres y mujeres de Dios fue su obediencia a la voz del Espíritu Santo. En nuestro contexto, obedecer es contracultural; en una sociedad marcada por el auge del libertarismo y el existencialismo, el concepto de obediencia no encaja fácilmente. Es fundamental comprender la obediencia desde una perspectiva bíblica, ya que la obediencia humana suele estar ligada a normas y leyes, motivada por el miedo al castigo o la búsqueda de recompensas. Sin embargo, la obediencia bíblica se fundamenta en el amor y la plena confianza en Dios. Escuchar la voz de Dios y obedecerla no es una tarea sencilla; requiere que reduzcamos el ruido de nuestras distracciones y deseos personales para dar paso a sus propósitos en nosotros. La diferencia esencial entre las personas radica en que algunas solo escuchan sin actuar, mientras que otras no solo escuchan, sino que también obedecen y responden a la voz del Espíritu.
