En cierta ocasión, Jesús enseñó a sus discípulos quién es el mayor en el reino de los cielos. Los discípulos pensaban que dicho reino sería un tiempo de paz y prosperidad, y que el mayor sería aquel que lo había dejado todo para seguir a Jesús. Sin embargo, no comprendían que el reino de los cielos se refería al plan de Dios para la salvación de la humanidad.
Para corregir su perspectiva, Jesús tomó a un niño y les ofreció una lección profunda. Es importante recordar que, en esa época, los niños eran marginados y no tenían posición social alguna. No obstante, Jesús les enseñó que debían ser como niños para entrar en el reino de los cielos. La condición para hacerlo era tener un corazón de niño: humilde, perdonador y confiado.
En este pasaje del Evangelio de Mateo, aprendemos que, como Iglesia, debemos tratar a la niñez con el mismo amor y valor que Jesús les dio. Además, para proseguir en nuestro caminar espiritual lo debemos hacer con un corazón de niño.