No vamos a poder explicar las bondades de la libertad con datos. Si fuera por ese lado, ya lo habríamos hecho. Este no es un debate civilizado sobre datos y hechos. Esta es una pelea por un poder que hemos cedido estúpidamente y ahora quienes lo tienen no lo van a soltar. No sólo es vano sino que es una vergüenza pedir eficientizar la estructura económica o burocrática, sin rescatar las bases morales que sustentan la libertad individual que no se puede delegar, en ninguna circunstancia y no existe emergencia que valga. La responsabilidad sobre nuestro bienestar no puede residir en los Estados por más eficiente que sea su capacidad de gestión. La consecuencia de no revertir esto será una estructura cada vez más totalitaria en la que algunos serán el plato principal y otros servirán para rellenar chorizos, pero todos seremos parte del menú de los malditos kanamitas. Una vez arriba de la nave, ya será tarde.