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Las hienas que atacaron a Iglesias, andaban a su lado esperando su carroñero momento, pero esto no alejó a Iglesias de los postulados discriminatorios y sesgados de sus compañeros de partido. Para mayor abundamiento, otra víctima de la polemiquita fue el diputado Waldo Wolf, quien tampoco incurrió en delito alguno, pero fue igualmente sentenciado por ejercer el humor sarcástico junto a Iglesias. Wolf se embarcó en otra barbaridad, la de pedir disculpas por un error no cometido dando por buena la capacidad censora de quienes usan el dogma de género para ofenderse. Y para colmo aclaró que las fechas de la ofensa y de las ofendidas no coincidían, como si dando una pátina de lógica a la locura, el escarnio fuera a cesar.

El problema de entrar en el juego del dogma de género es que no hay forma de ganar. Wolf no entiende que el feminismo necesita un enemigo que represente al machismo violento estructural y que las cartas ya se repartieron. Intenta entrar al grupo de los correctos y no, no va a andar. El feminismo es excluyente y él está excluido por más disculpas que pida.
La violencia estructural existe. La ejerció el presidente desde el aparato de poder gubernamental, implantando medidas inconstitucionales que privaron de derechos y libertades a los argentinos, mientras aprovechaba como un drogado de poder para realizar fiestas y baños de multitudes al tiempo que su horrible gestión sumía al país en la miseria. Ese es el escándalo y esa es la polémica. Palidece a su lado la polemiquita de la misoginia, una pavada que sólo se sostiene por lo trastocados que están los valores gracias a esta perspectiva de género que hace que tengamos que medir hasta las bromas para no importunar a las verdugas que se han vuelto expeditivas y peligrosas a la hora de organizar cacería de brujos.

Con un poco de fortuna y buena voluntad, tal vez los involucrados en la polemiquita entiendan ahora las consecuencias del desafortunado camino de censura y cancelación al que la agenda de género y sus retorcidas normas nos han llevado y cuán expuestos al escarnio están todos aquellos que no se someten. Y con un poco más de ventura, desde sus lugares de poder, puede que se dispongan a luchar contra la verdadera misoginia; porque no existe nada más misógino que el dogma de género que trata a las mujeres con el desprecio de considerarlas seres menores, incapaces, frágiles; meros instrumentos de la intolerancia política.