Es difícil apelar a la esperanza viendo cómo la barbarie permanece impune y se reproduce. Los atentados se multiplican y su efecto adoctrinador es potente. Todo lo que nos hace lo que somos o defendemos, esa tolerancia con la que abrazamos la diversidad está amenazada de muerte como Rushdie, como Alinejad. Esa capacidad de expresar, que es la condición básica de una vida digna, está siendo decapitada como decapitaron a Paty o a Van Gogh. Estas no son exageraciones, este es el tormento más oscuro, en que viven millones de personas en el mundo y cada vez en más lugares, con más violencia y más impunidad. Nos hemos puesto de perfil aceptando al fanatismo como si tal cosa, como si fuera tan válido que debe ser asimilado. El próximo mundial es la prueba más cabal.
Antes del atentado, en el Congreso de PEN , Rushdie pareció predecir su propio futuro al decir: “Incluso después de que Orfeo fuera hecho pedazos, su cabeza cortada, flotando río abajo en el Hebro, siguió cantando, recordándonos que el canto es más fuerte que la muerte. Podemos cantar la verdad y nombrar a los mentirosos. Podemos solidarizarnos con nuestros compañeros en el frente y magnificar sus voces agregando las nuestras… Podemos emular a Orfeo y seguir cantando frente al horror, y no dejar de cantar hasta que cambie la marea y comience un día mejor”.
Ojalá tenga razón Rushdie.