La acacia, siempre verde, es un árbol asociado a la inmortalidad. Su resistencia a la descomposición y su capacidad de florecer incluso en condiciones áridas la convirtieron en emblema de la vida que perdura más allá de la muerte.
En este sentido, al ser un árbol de hoja perenne, puede ser asociado con otros árboles simbólicos que cumplen con esa misma condición como el laurel, el pino, el ciprés y el abeto, la cual aparece claramente representada por el Árbol de Navidad, con su color verde, que es signo de vitalidad, de renacer, de regeneración, de rejuvenecimiento y de vida nueva.
Siendo así, no es raro que la acacia aparezca de forma reiterada en el simbolismo funerario, cementerios y en la ornamentación de tumbas y monumentos conmemorativos, donde representa la inmortalidad del alma y la certeza de que la muerte no implica una aniquilación, sino una transformación o tránsito hacia otro plano de existencia.