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Al grito de "¡Muera la libertad y vivan las cadenas!" el populacho español festejó con algarabía el regreso de Fernando VII a Madrid en el año 1814 y para celebrar su sometimiento, se soltaron los caballos del carruaje y se sustituyeron por súbditos fieles y felices por el retorno de su monarca.

Aunque la escena es terrible, no dejo de pensar que los hombres y mujeres que penosamente gritaban "¡vivan las caenas!" al menos eran conscientes de que éstas existían y que entre la libertad y la seguridad preferían la segunda.

La dicotomía entre "seguridad" y "libertad" ha sido el punto de reflexión de muchos filósofos modernos, entre ellos Benjamín Franklin quien sostenía que “un pueblo listo a sacrificar un poco de libertad por un poco de seguridad no merece ni uno ni otro y acaba por perder los dos”.