Fundada en Nueva Zelanda a finales de los años 60, Gloriavale debía ser una utopía libre de pecado. Pero su líder, Neville Cooper, creó una prisión infernal llena de inmoralidad. Imponía reglas rígidas y estrictas normas de género, y tenía predilección por abusar violentamente de sus seguidores.
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