En mayo de 1863, se encontraron los restos carbonizados de una joven descansando en la silla quirúrgica de la consulta de un cirujano. Los rumores corrían por la ciudad, afirmando que el Dr. William Pritchard había incendiado su propia consulta. Sucedió que los actos desagradables estaban lejos de estar por debajo del Dr. William Pritchard, un hombre que se casó y se entrometió todo en aras de una brillante reputación.
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