Una mañana de diciembre de 1811, los londinenses se despertaron con la noticia de una masacre en una tienda de lino local. Doce días después, se produjo otro espantoso asesinato en la misma calle. Sin sospechosos viables y con la presión pública en aumento, la policía estaba desesperada por arrestar a cualquiera que pudiera construir un caso.
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