Milán, verano de 1932. En los jardines de Porta Venezia, un balón perdido acaba en los pies de un grupo de chicas. Lo devuelven con precisión, se miran y deciden improvisar un partido. Un gesto mínimo, casi inocente, pero que en la Italia de Benito Mussolini -donde las camisas negras vigilan parques, ideas y hasta menús gastronómicos- constituye un desafío silencioso. En un régimen que incluso coquetea con abolir la pasta, unas mujeres jugando al deporte más popular resultan intolerables. Se las ridiculiza con un término peyorativo: tifosine. Aficionaditas.
A Ninì Zanetti y a sus compañeras —Lang, Strigaro, las hermanas Boccalini— eso no les frena. Fundan el Gruppo Calciatrici Milanese, entrenan con rigor y disputan en 1933 su primer amistoso público. Pero el fascismo reacciona pronto: funcionarios del Comité Olímpico Italiano reconducen a las jugadores a “deportes apropiados”. En octubre de 1933, poco antes del primer encuentro femenino entre dos ciudades italianas su sueño se apagará por decreto.
Y aun así, no desaparecerá. 90 años después, el estadio en el que las mujeres del Milanese desafiaron a la dictadura alberga hoy los partidos del Inter femenino en la Champions. Esta es la historia de un equipo que el régimen quiso borrar. Y del partido que Mussolini nunca quiso que se jugara.
Capítulo basado en el libro de Federica Seneghini Las futbolistas que desafiaron a Mussolini (Altamarea). Asimismo hemos contado con los testimonios de la politóloga Irene Zugasti y de Maxi Guerra, autor del muy recomendable pódcast Gastropolítica.
Accede a las entrevistas íntegras que componen este capítulo, así como contenido exclusivo, en nuestra newsletter: www.brazaletenegro.com
Youtube: https://www.youtube.com/@brazaletenegro
Twitter: https://twitter.com/brazaletenegro
Instagram: https://instagram.com/brazaletenegropodcast
Brazalete Negro, el true crime del fútbol. Y, recuerda, Bill Shankly no tenía razón.