«Yo soy Desiderio, nunca triste, siempre contento», era su frase preferida en un básico español que había aprendido durante su juventud en Los Ángeles. La pronunciaba lentamente, extendiendo sus larguísimos brazos y acercando sus manazas mientras clavaba sus penetrantes ojos azules y sonreía con la sonrisa del que ya lo ha vivido casi todo.