El legado de Lalo Schifrin se define por su versatilidad, su dominio técnico en múltiples géneros y su capacidad para integrar lenguajes musicales diversos dentro de marcos estructurados. Su formación clásica en el Conservatorio de París, combinada con su experiencia en el jazz y la música popular, le permitió trabajar con solvencia en contextos que van desde la música de concierto hasta el cine, la televisión y el jazz sinfónico.
En el ámbito cinematográfico, Schifrin aportó una estética moderna y rítmicamente compleja, con temas icónicos como el de Mission: Impossible, que se distinguen por el uso de métricas irregulares, orquestaciones no convencionales y una fuerte impronta jazzística. Su trabajo en Hollywood marcó un punto de inflexión en la manera de integrar el jazz a la narrativa audiovisual.
En el jazz, Schifrin fue pionero en el desarrollo de formatos híbridos, especialmente con su serie Jazz Meets the Symphony, donde diseñó estructuras formales amplias que permitieron la coexistencia de improvisación y escritura orquestal detallada. Su enfoque orquestal en el jazz se distancia del concepto de big band tradicional, incorporando recursos armónicos y texturales propios de la música académica del siglo XX.
Como arreglador y director musical, mostró gran eficiencia técnica y adaptabilidad, colaborando con músicos como Dizzy Gillespie, Ray Brown y Stan Getz. Su trabajo evidencia un conocimiento profundo del contrapunto, la armonía avanzada, la orquestación y la dirección de ensambles complejos.
En términos cuantificables, su producción incluye más de un centenar de bandas sonoras, decenas de discos propios y arreglos para múltiples artistas. Su influencia es reconocida tanto en círculos académicos como en la industria del entretenimiento. Schifrin dejó un modelo de profesionalización musical integral, donde la técnica, la adaptación estilística y la claridad estructural son elementos centrales de su aporte duradero. Este el homenaje póstumo de La Quinta Disminuida.