Este sermón, basado en Santiago 2:1-13, confronta un pecado sutil pero destructivo: la parcialidad dentro del cuerpo de Cristo. Santiago nos recuerda que la fe auténtica en Jesucristo no puede coexistir con actitudes de favoritismo hacia los ricos o poderosos, ni con el desprecio hacia los pobres o marginados.
1. El problema de la parcialidad
Santiago denuncia cómo algunos creyentes trataban de forma preferencial a los ricos (Santiago 2:2-4), lo que los convierte en “jueces con malos pensamientos”. Esta actitud choca frontalmente con el carácter de Dios:
La parcialidad también contradice la vida y enseñanzas de Jesús, quien constantemente rompía barreras sociales, étnicas y religiosas. Como Pedro reconoció en Hechos 10:34-35:
“Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia.”
Finalmente, también va contra la naturaleza de la iglesia, llamada a vivir en unidad sin distinciones humanas:
La inclusión no es una moda cultural, sino un valor bíblico y espiritual. En la cruz, todos estamos al mismo nivel.
2. La prueba del Evangelio
Santiago llama a los creyentes a cumplir la “ley real” del amor:
La parcialidad, dice Santiago, no es solo una mala actitud, es pecado (Santiago 2:9), y quienes caen en este pecado están igualmente condenados como quien quebranta cualquier otro mandamiento:
Aquí se muestra nuestra desesperada necesidad de gracia y perdón. Pero también la esperanza gloriosa:
Santiago 2:13 – “La misericordia triunfa sobre el juicio.”
Jesús, quien no mostró parcialidad al entregar su vida, nos llama a vivir con ese mismo amor radical e incluyente.