Criticar las "identidades grupales", me pareció a mí, atenta contra algo sumamente importante para la experiencia humana. Después de todo, somos seres gregarios, nos acompañamos y acuerpamos los unos a los otros. Es más, muchas luchas por la justicia, luchas de incalculable valor para la humanidad, se llevan a cabo a través de la unión de grupos de personas, como un componente poderoso y necesario.
Sin embargo, el objetivo de poner estas campañas dirigidas a identidades grupales bajo la lupa de la suspicacia es el siguiente: ¿será posible que el grupo, en lugar de ser una fuente razonable de respaldo se convierta en un sustituto para nuestra propia capacidad para razonar y tomar decisiones? En el momento en el que delegamos en el grupo la tarea de pensar, de discernir y de elegir por nosotros sobre nuestra propia vida y la de los nuestros, perdemos responsabilidad por nuestras acciones ("es lo que el grupo considera correcto -políticamente correcto- y no lo voy a cuestionar"). Sobra decir que un montón de personas irreflexivas, irresponsables y agrupadas pueden volverse muy peligrosas.