A veces... la mayoría de las veces no es sólo tocar y grabar, preparar micros, posiciones y volúmenes (dejo aparte el trabajo de chinos que es componer); lo complicado acaba siendo al final lograr una mezcla equilibrada pero potente, nítida y sin distorsiones. Se trata también de plasmar un colorido, un carácter. Ello es el resultado de una masterización más o menos efectiva. La elección del sonido final, el que de verdad suena en tu cabeza, deviene en una comedura de tarro que sólo se supera adoptando soluciones de compromiso.