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¡Qué diferente es el Evangelio de Jesús al que presentan tantos evangelistas hoy! Cuando un joven rico se presenta delante de Él, diciéndole "Maestro bueno, ¿qué hare para tener la vida eterna?" (Mateo 19:16), en vez de congratularse por tan prometedor contacto, lo que hace es recriminarle, preguntándole: "¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno". Por si esto fuera poco, en vez de hablarle de lo gratuito de su salvación y la sola fe, le dice que "si quiere entrar en la vida, guarde los mandamientos" (v. 17). Para acabar pidiéndole que "venda todo lo que tenga", para poder seguirle (v. 21). Desde luego, su forma de evangelizar tiene poco que ver con la nuestra. No nos extraña que los discípulos "se asombraron en gran manera, diciendo quién pues podrá ser salvo?" (v. 25). Como Él mismo dice: "Es imposible para los hombres" (v. 26).

Los mandamientos que cita el joven, que creer haber guardado desde su juventud (vv. 18-20), no son otros que "Los Diez Mandamientos de Amor" (1965) a los que canta Bob Marley con los Wailing Wailers, aunque en su creencia Ras Tafarí, confunde al Mesías con Haile Selassie de Etiopía. Jesús dice que estos mandamientos se resumen en un amor total (Mateo 22:37-40), que no tenemos por Dios, ni el otro como a nosotros mismos. El "Jesucristo" (1945) al que canta Woody Guthrie es el que dice que "difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos" (v. 24). El héroe que Bob Dylan fue a visitar en la cama del hospital cuando estaba muriendo en 1961, vivió como un vagabundo al lado de los emigrantes y trabajadores que protestaban por sus condiciones laborales. Criado en Oklahoma, fue bautizado de adulto en la Iglesia de Cristo. Admiraba a Jesús como campeón de los pobres y látigo de los ricos. Escribió esta canción al mirar a la gente desde la ventana de su habitación en Nueva York, el invierno de 1940, pensando lo que Jesús diría si entrara en esa ciudad. Le pondrían de nuevo en la cárcel, creía. El tema está inspirado en este texto de Mateo 19. Bob Dylan cita también el v. 30 en su famosa canción sobre que "Los tiempos están cambiando" (1964). En una entrevista ya el año 68 dice: "Yo siempre leo la Biblia". Sólo entre los años 61 y 69, Bert Cartwright dice en "La Biblia en las letras de Bob Dylan" que el 36% son referencias bíblicas. El lenguaje de esta canción viene más de la traducción de la Biblia del siglo XVII, que de la lectura del New York Times.

El joven rico nos recuerda también al "Ciudadano Kane" (1941), la película que hizo Orson Welles con sólo 25 años sobre el magnate de la prensa William Randolph Hearst, considerada por muchos críticos como la mayor obra de la historia del cine. Welles nunca conoció a Hearst, pero sí, Mankiewicz, el guionista amigo de Marion Davis, la amante de Hearst, que frecuentaba el castillo de San Simeón, como se ve en la película de David Fincher, "Mank" (2020). Como el joven del evangelio, Kane "se fue triste, porque tenía muchas posesiones" (v. 22). Escuchamos varias escenas del film, comentadas por José de Segovia con la banda sonora original de Bernard Herrmann. "¡Cuántas veces has oído a alguien decir / si tuviera dinero, haría las cosas a mi manera / ¡Qué poco sabemos lo difícil que es encontrar / un hombre rico entre diez con una mente satisfecha", canta Johnny Cash en la versión de la canción de Joe "Red" Hayes y Jack Rhodes en 1954, que suena en la segunda película del Kill Bill de Tarantino. Nuestro tema de despedida es uno de los mejores "Himnos Urbanos" de los años 90, la "Sinfonía agridulce" del grupo británico The Verve, que nos dice que cuando "eres esclavo del dinero, así mueres / ¡no puedes cambiar!". Sin embargo, Richard Ashcroft, de rodillas encuentra que "lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios" (v. 26)...