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Las respuestas que prestigiosos medios de comunicación como The Guardian (Gran Bretaña), La Vanguardia (España) así como de una gran cantidad de connotados académicos, pensadores y formadores de opinión pública es contundente: SÍ.

Desde que el siempre polémico, Elon Musk compró esta red social se profundizó la contaminación tóxica del debate, debido al cambio de reglas y de los algoritmos, con la clara intención de incidir en las pasadas elecciones estadounidenses y de potenciar globalmente la penetración de posiciones ultraconservadoras.

Polarizar, difundir desinformar, apoyar líderes y movimientos de extrema derecha, ideas racistas, misóginas y hasta propagar pornografía son razones más que suficientes para quienes han abandonado esta plataforma, como salvaguarda de sus principios éticos.

Desgraciadamente, el fenómeno de la conversación contaminada en esta y las otras redes no es solo un desafío que encarar en el espacio digital; es al mismo tiempo un inmenso espejo que retrata la convivencia comunitaria alterada que promueve odio, polarización, intolerancia, violencia y, claro, desafección a la democracia.

Para entender esta complejidad de vivir enredados (capturados) por el inmenso poderío de las redes conversamos mañana en un espacio pregrabado con el comunicador y politólogo, Saúl Buzeta y el especialista en estrategia digital y producción de contenidos, Esteban Mora.