La conmemoración de los 80 años de Hiroshima y Nagasaki (6 y 9 de agosto, respectivamente) constituyen un hito que nos obliga a reflexionar sobre sus lecciones para la humanidad, hoy probablemente más que nunca.
La primera bomba atómica utilizada en una guerra fue lanzada por Estados Unidos y le arrebató la vida a 140,000 mil personas arrasando el 90% de Hiroshima, marcando el inicio de la era nuclear y mostrando en toda su crudeza el poder destructivo de las armas nucleares. Tres días después, la segunda bomba, en Nagasaki, mató a 74.000 seres humanos de inmediato y dejó también a miles con secuelas radiactivas.
Ocho décadas después, para conmemorar estos hechos, los últimos sobrevivientes -conocidos como hibakushas (personas bombardeadas)- ya con más de 85 años, líderes mundiales y activistas, renovaron llamados al desarme nuclear en un contexto de crecientes tensiones: la guerra de Rusia contra Ucrania, las pruebas que realiza Corea del Norte, las hostilidades entre India y Pakistán, Israel, Irán y la modernización de arsenales de Estados Unidos y China…
Por la amenaza constante de accionar estas funestas armas, la diplomacia está obligada a seguir fortaleciendo los tratados de no proliferación de armas nucleares. Por cierto, el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) contabiliza 12.500 ojivas nucleares en el mundo.
Para hacer una doble mirada retrospectiva y prospectiva conversamos con el especialista en relaciones internacionales, Carlos Cascante.