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Quienes siguen bendecidos por presencia física de sus padres no pueden desaprovechar ningún momento para agradecerles, con afectos y atenciones, por la paciencia, el sacrificio y la abnegación y el amor puestos en los cuidados que tuvieron con ellos. No hay razón alguna, ni generacional, ni de clase o estatus, ni rencor o resentimiento que justifique el desprecio y la ingratitud hacia los padres.
El imam Sadiq dijo (la paz sea con él): “Dios no hizo responsable al profeta que envía sino por fortalecer el vínculo de parentesco, ser benevolente con los padres y ser tolerante con los que se equivocan, hasta que vuelvan a Dios, Imponente y Majestuoso”.