Fátima Az-Zahrá (a.s.) es poseedora de una esencia que deja perplejas a las mentes, las cuales se ven impotentes de alcanzar a comprenderla. Las palabras se paralizan al tratar de explicar su grandeza. Su existencia nos materializa los ideales islámicos. Cada una de sus virtudes se distingue por estar impregnada de la moral de la profecía. Ella es quien fue educada en la casa de la profecía y quien fue compañera del Imamato. Allah la escogió para ser hija del Elegido (s.) y madre de los puros Imames de los Musulmanes (a.s.).
Es esa sublime categoría y venerable posición que la elevó a su condición de Inmaculada, la que posibilitó que dejara grandes testimonios mediante su postura ante los acontecimientos acaecidos después del fallecimiento del Mensajero de Allah (s.). A continuación exponemos un extracto de una de sus más famosas disertaciones, pronunciada en la mezquita del Profeta en Medina.