Las personas que son de espíritu muy débil son también de frágil intelecto, por eso incurren en la vanidad y la arrogancia, sobre todo las no religiosas. El imam Alí (la paz sea con él) dijo al respecto: "Quien se envanece de su acto, daña a su propio intelecto”. Cuando estas personas apenas logran algo en su vida se ensoberbecen de tal manera que no procuran más el bien ajeno y descuidan por completo su relación con los demás y con Dios.
"La vanidad impide la búsqueda del conocimiento e invita hacia la bajeza y la ignorancia.", dijo el imam Sadiq (la paz sea con él). Por esta razón, cuando alguien de esas características obtiene poder político, de dirección o liderazgo sobre un colectivo o pueblo; o cuando obtiene grandes bienes y fortunas se transfigura en un ser despreciable, innoble e ignorante que se vale de la calumnia, el odio y el rencor para alcanzar posiciones más influyentes dentro de la sociedad y sentirse más próximo a Dios, lo cual es completamente incoherente y contradictorio.