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El corazón es el lugar que adopta y deposita las bendiciones de Dios. Por ello lo debemos mantener siempre puro y limpio. Es al mismo tiempo alma e intelecto porque percibe, valora, discierne, razona, decide, ama y se estremece con la perfección resplandeciente del Creador. Para lograr y sostener este estado de bienestar y razonamiento pleno debemos impedir que nuestro intelecto enferme o merme su capacidad de estudiar y estar atentos a los signos de Dios. Es nuestro deber acudir a la guía de las ciencias de la ética y las virtudes y a las revelaciones del Corán que son la expresión de la Palabra de Dios, comunicadas al Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones sean con él y con su familia), a quien se le encargó la misión de anunciarlas entre las personas de su tiempo.