Con su autora, Silvia Federici, y la dibujante, Begoña Santa Cecilia.
En plena pandemia, Begoña Santa Cecilia le mandó una de las acuarelas de flores que hacía en el encierro a su amiga Silvia. Rebuscando algo con lo que corresponder a tan luminoso regalo, Silvia recuperó poemas que había ido escribiendo a lo largo de su vida. Siguieron intercambiándose flores y poemas durante semanas como forma de consuelo, conexión y esperanza en aquellos días tan tristes en todo el mundo.