¿De qué te quejas, de qué te quejas? Eran las palabras que escuché de una madre desesperada y frustrada cuando su hija le estaba haciendo un berrinche por algo que quería y no se lo iba a comprar en un supermercado cercano a mi casa. El llorido de la niña era fingido y manipulador, pero el grito de la mamá era tan fuerte que todos los que estábamos comprando algo alrededor la escuchamos. Más adelante, está misma mamá, mirando firmemente a su hija, le dijo lo siguiente: “El problema es que lo tienes todo”.
Me quedé pensando en esta frase porque esa es nuestra actitud en repetidas ocasiones. El problema es que lo tenemos todo y aún así queremos más. Si tienes un techo donde vivir, ropa que ponerte, buena salud y comida en tu mesa, eres privilegiado. Tienes mucho más de lo que muchos desearían tener. Pero en repetidas ocasiones nos portamos como esta niña. Somos berrinchudos, gritamos con nuestras palabras y acciones el descontento de no tenerlo todo.
¿Qué debemos hacer? En primer lugar, dejar de quejarnos y fomentar un espíritu de gratitud en vez de un espíritu de queja. En segundo lugar, debemos aprender a valorar lo que sí tenemos como un regalo divino. Luego, debemos atesorar los momentos únicos que no volverán. Por último, debemos practicar el contentamiento y no el descontento. La Biblia dice en Filipenses 2:14 , “Hagan todo sin quejarse y sin discutir”, (NTV).